Sonia Lau
es una dama menuda de semblante sereno, maneras educadas y español masticado.
Hace 18 años abrió O’Mei, restaurante de cocina oriental que fue más allá de la
sazón cantonesa, prácticamente hegemónica en los chifas nacionales, para
ofrecer un recetario ampliado, con platos que abarcan las regiones de Shangái, Sichuán y
Beijing y, luego de atravesar fronteras, recoge recetas emblemáticas de Vietnam y
Tailandia.
El éxito le
sonrió durante esos años gracias a cocineros orientales que venían
especialmente a cocinar, preparar gente y supervisar la sazón de los discípulos. Hoy esos
trajines se han restringido porque la política de migraciones se endureció por
la informalidad de los inmigrantes. El equipo que trabaja en Omei se mantiene prácticamente inalterable en la última década, lo que garantiza la supervivencia de una carta y una sazón uniforme que no declina pero tampoco evoluciona.
Su
amplísimo salón está a tope los fines de semana pero el resto de días solo convoca a comensales de los alrededores. El factor diferencial del O’Mei es el empleo de
productos de óptima calidad (importa de Canadá el curry, el vinagre chino y la
leche de coco) lo que implica que sus precios estén por encima del promedio.
En una
Carta increíblemente amplia (más de 150 opciones) de la que se ha retirado del
servicio solamente la sopa de aleta de tiburón (aunque sigue figurando en el
menú), el restaurante pone platillos notables en los que se ha erradicado por
completo el glutamato monosódico.
La cocina china, la más vieja del mundo, es también medicinal (como la prehispánica), por eso tiene platos curativos como la berenjena salteada con almendras, pecanas, pollo y taufu frito, “que baja el colesterol, suaviza las venas y ayuda a balancear la presión”. Es un abrebocas adecuado, amén de los socorridos e impecables dim sum de masa traslúcida y langostinos jugosos (siu mai).
La cocina china, la más vieja del mundo, es también medicinal (como la prehispánica), por eso tiene platos curativos como la berenjena salteada con almendras, pecanas, pollo y taufu frito, “que baja el colesterol, suaviza las venas y ayuda a balancear la presión”. Es un abrebocas adecuado, amén de los socorridos e impecables dim sum de masa traslúcida y langostinos jugosos (siu mai).
En este
abanico de ofertas donde brilla el pato pequinés servido en dos tiempos, y los
langostinos Cristal envueltos en una delicada masa de arroz, vale la pena probar el
arroz chaufa O’Mei hecho con claras de huevo, langostinos y trocitos de pato
encurtido; el cabrito Sichuán, ligeramente picante con notas cítricas y
perfumadas; la carne de res salteada al estilo tailandés con curry rojo,
pimientos, semillas de culantro y rodajas de plátano (me parece que si usaran el plátano bellaco asado en lugar del plátano de seda, se aproximarían más al original en razón a la diferencia de texturas entre uno y otro); o su versión vietnamita con vegetales e
intenso aroma a hierba luisa.
En Shangái (de donde es oriunda la señora Sonia)
las preparaciones llevan licor de arroz o de laurel y azúcar, de ahí la
delicada mezcla agridulce de las preparaciones. De postre, prescinda del
plátano frito y aventúrese por una sopa de tapioca con leche de coco o un
delicioso su pin de ajonjolí, pastelillo relleno de frejol colado. No se
arrepentirá.
Javier
Prado Este 5902, La Fontana, La Molina. Tel: 4370188. Horario de atención: lunes
a sábado de 12 a 3.30 y de 19 a 23 horas, domingo solo hasta las 21 horas.
Precio promedio por plato S/. 50 soles. Capacidad: 150 personas. Un salón y dos
privados.
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