Dos cosas llaman la atención al conversar con Iván Murrugarra: los granos de cacao que tiene tatuados en el antebrazo y la pasmosa tranquilidad con la que cuenta historias extraordinarias.
Primera vez que se presenta a un
concurso mundial de chocolate y se trajo una medalla de oro por su barra de
cacao piurano al 60% rellena de camu camu y yacón, y otra de plata por su
estupendo Lakuna de cacao al 70% de San Martín. Participó en dos categorías y se
hizo de dos premios. Así debuta en lides internacionales.
Sin inmutarse anuncia que el origen
del cacao no es mesoamericano sino de aquicito nomás, de la cuenca de
Chinchipe, territorio que Perú comparte con Ecuador, dice mientras muerde una
tableta de chocolate orgánico Gran Pajatén de Amazona. En el Foro de Shanghai
2013 los arqueólogos Quirino Olivera de Perú y Francisco Valdez de Ecuador
presentaron los resultados de un proyecto binacional realizado en la cuenca
hidrográfica Mayo-Chinchipe-Marañón que demuestra el origen amazónico del cacao
y su uso frecuente desde 5.300 años
atrás. Es decir, una cultura incluso más antigua que Caral o por menos
contemporánea.
Iván no es un advenedizo en el mundo
chocolatero. De joven hacía brownies y chocotejas con su enamorada, que vendía
a familiares, vecinos y amigos. Años después, mientras estudiaba Economía, creó
la marca Sushi para vender una suerte de makis de chocolate. Luego entró a
trabajar en el área comercial de la transnacional belga Belcolade y más tarde
en la Corporación Acurio. En todos esos años sin embargo, siguió acariciando y
perfeccionando su proyecto personal: hacer chocolate peruano de alta calidad
con un protocolo de procedimientos de excelencia.
Hace cinco años en sociedad con
Eduardo Lanfranco y Samir Giha crearon Theobroma (nombre científico del
chocolate), madre de la empresa Cacaosuyo (homenaje al país de los cuatro
suyos) con la que comercializan sus barras de chocolate. El primer paso fue comprar tierras en
Piura y traer a ingenieros venezolanos (“los mejores del mundo”, según Iván)
para establecer un protocolo de cultivo y poscosecha y un laboratorio donde ajustar
procesos de fermentación y secado de acuerdo al clima. La cata constante les
permite acompañar la evolución del chocolate, y la investigación rigurosa descubrir
el perfil genético del fruto.
El primer chocolate que sacaron,
Piura Select, les tomó dos años. Poco a poco los tiempos se fueron acortando y
ahora cree que en seis meses tendrá chocolate fino de otras zonas cacaoteras
donde está investigando, instalando laboratorios, plantas de procesamiento y replicando
protocolos.
Además de Piura (cuna del famoso cacao
blanco Fortunato 4), trabaja con cacao de Chazuta (San Martín), y en febrero
2015 incorporará las bayas producidas en la cuenca del Ucayali.
Iván sigue maravillado por la variedad
de aromas que descubre y la singularidad de ellos, a veces son florales otras
son cítricos o dulces o especiados. Saben a miel y frutas tropicales pero
también a panela, nueces y frutos marrones. Un abanico de aromas que demuestra
una genética única, compleja y generosa.
Hace dos años Jordi Roca probó una
tableta. Fue suficiente. Desde entonces Theobrama los provee de un blend creado
especialmente para el Celler de Can Roca. También prepara ediciones especiales
para nuestros chefs más cotizados, y chocolate para repostería comercializado
bajo el nombre Amador.
Larga vida y gran futuro para un
producto que dará mucho que hablar en el mundo cacaotero. Recién empezamos.
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