Hace un año (y después de padecer treinta meses de tropiezos municipales
burocráticos) José del Castillo abrió las puertas de su taberna Isolina, una
casona republicana que replica el estilo de la Lima de antaño, donde se puede
desayunar, almorzar, cenar y beber a lo largo del día (el gin tonic
compite en
preferencias con el chilcano o el capitán).
Bastó un año para que Isolina se posicionara como un estupendo sitio que
rinde culto a la cocina tradicional limeña, con recetas bien ejecutadas que
despiertan la memoria y nos conectan con nuestra historia, esa historia de
platos abundantes y productos humildes trabajados con honestidad y cariño; una
cocina popular hija de la austeridad y la imaginación; un recetario que había
permanecido relegado en los intramuros de las casas o francamente olvidado en
la mesa cotidiana.
José tiene el gran mérito de haber puesto en valor desde un socorrido pan
con pejerrey o con huevera (S/ 15) hasta unos riñoncitos al vino intensos,
sabrosos, tan suaves y a punto que uno se pregunta porqué un plato como este no
figura en las cartas de los restaurantes más rankeados. Lo sirven en ollita de
fierro con generosas rebanadas de pan baguet.
A lo largo de este año he probado y repetido muchos platos de Isolina y
aunque aún no puedo establecer mi propia escala de preferencias quiero
mencionar algunos que considero indispensables para entender la cocina de
Isolina primero y la cocina peruana tradicional después.
En primer lugar pongo la tortilla de sesos, un bocado untuoso en su
interior y prácticamente sin grasa en la superficie. Las patitas de cerdo en
fiambre son gelatina pura, con la carne que se separa del hueso sin esfuerzo, servida
con una sarsa de cebollas crujiente. El cebiche de pescado con chicharrón de
pulpo es un bocado magnífico en su concepción y ejecución. Pura técnica.
Los platos (fuentes) vienen en vajilla de fierro aporcelanado, como en el
mercado, y las porciones son abundantes. Si elige un mondonguito a la italiana
(al momento de servir le salpican sal gruesa lo que le da un toque especial),
un seco de asado de tira o un pepián de choclo con chicharrón de costillar de
cerdo, puede optar por media porción (igual es generosa). De la causa rellena
comen dos o tres, y del lomo saltado también.
Si va a desayunar puede pedir un “calentao” de seco, cau cau y osobuco
con huevo frito encima; tamales o sánguches de huevera, pejerrey o jamón
casero. Incluye un café pasado servido en jarrito, como antaño. El menú no es
largo y los platos rotan. En cualquier caso la satisfacción está asegurada.
Larga vida Isolina.
Isolina: Calle
Domeyer esquina con San Martín, Barranco. Tel: 2475075, valet parking, precio
promedio por plato S/ 50 soles. Horario de atención: de martes a sábado de 10
am a 11 pm; domingo, lunes y feriados de 10 am a 5pm No cierra.
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