La bodega más antigua de Sudamérica fue creada por el marqués de Carabantes |
Cuenta don Ricardo Palma en sus Tradiciones que en 1412 el Inca
Pachacútec acompañado de su hijo, el príncipe Yupanqui, de su hermano Cápac
Yupanqui y de cuarenta mil guerreros conquistaron el valle de Ica. El Inca
se prendó de una joven lugareña que no accedió a sus requerimientos, sin embargo ella le pidió agua para regar el desierto. El Inca enamorado puso a trabajar a sus
guerreros y en diez días abrieron el canal que empieza en el Molino y Trapiche
y termina en Tate. Es el agua de la achirana del Inca que hasta hoy riega los
predios de Tacama, Vista Alegre y varios más.
El preámbulo viene a propósito de la visita a los viñedos y al complejo
Tacama donde la quinta generación de la familia Olaechea sigue adelante con la
tradición vitivinícola de sus antepasados.
El enólogo a cargo es el francés Frederic Thibaut, asentado en la zona hace
quince años donde se casó con iqueña y echó raíces tan profundas y fecundas
como las vides. Frederic nos enseña plantas centenarias donde el riego se hace
por inundación aprovechando las aguas de la achirana. Otras son de riego por
goteo para variedades menos conocidas en las que Tacama ha centrado su interés
y definido su personalidad. Alicante Bouschet, Roussanne, Arrufiac, Colombard, Chardonnay,
Chenin, Sauvignon Blanc, Petit Verdot, Tannat, Merlot y Malbec son las cepas
con las que Tacama se presenta al mundo.
El año pasado su blanco de blancos (un blend de tres cepas inéditas:
roussanne, arrufiac y colombard) obtuvo medalla de plata en España y su Don
Manuel 100% tannat es emblema de la bodega.
La visita incluyó una divertida
sesión de cata en un ambiente moderno y bien equipado donde los asistentes tuvimos la oportunidad de crear nuestro propio blend tratando
de aterrizar conceptos (acidez, frescura, cuerpo, persistencia). Los resultados no hicieron sino confirmar que la enología es asunto de profesionales. Es indispensable visitar la hermosa cava subterránea que luce un techo taponeado de corchos (más de cien
mil) y una pared de vidrio en forma de semicírculo que permite ver las
barricas reposando a temperatura, luz, humedad y silencio apropiado.
Hace algunos meses Tacama estrenó un restaurante campestre donde previo
brindis con una copa de Rosa Salvaje, un espumante rosado muy refrescante, se
accede a una carta ecléctica donde brillan los pallares en preparaciones varias
(la ensalada de pallares verdes o el picante son recomendables). Faltaría
incluir en el menú los platos típicos de la cocina iqueña, como la sopa seca,
la carapulca y la morusa. Los postres se llevan las palmas a través de los
increíbles limones rellenos, las chocotejas y el frejol colado. Ofrecen vinos
por copa con sugerencias de maridaje a precios razonables, incluyendo un
Albilla d´Ica, un vino dulce de aguja que funciona perfectamente como pousse cafe. Al salir de la bodega (por una trocha
inhóspita que deberían mejorar con las autoridades de las zona) es recomendable
detenerse en la decana panadería Velazco para comprar ¨paciencias¨, unas
galletitas delicadas cuyo nombre hace justicia a su preparación.
Tour
Tacama: de martes a domingo de 9.30 am a 4.30 pm. reservas@enoturismotacama.com Informes al teléfono: 2183030, 2183017, 2183019
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