Dos bodegas, dos procesos, dos experiencias
diferentes pero una sola pasión hermana a los productores del pisco. En el
valle de Cañete, distrito de Quilmaná está el fundo Repartición donde el
inmigrante italiano Salvador Di Laura sembró las primeras vides de uva
quebranta y mollar. Ochenta años después, su nieto Alberto sembró plantas de
uva italia y empezó a producir pisco, resucitando así la tradición vitivinícola
del valle.
En seis hectáreas de terreno los parrales crecen a ras del suelo;
para vendimiar, Alberto prácticamente se arrodilla y corta cada racimo con la
mano, en un largo y paciente ritual que le toma varias semanas. No hay tijeras,
ni cultivos en espaldera, ni hileras perfectamente alineadas, hay más bien
cierto desorden que asocio con la
libertad y el respeto con que Alberto cultiva
la tierra.
De la chacra a la bodega hay unos cuantos
pasos, allí llegan diariamente casi mil kilos de uvas con las que produce 500
litros de mosto. Después del despalillado y maceración, las uvas van a un
alambique artesanal construido en Portugal según las especificaciones técnicas
dadas por Di Laura y al pie del alambique, casi sin moverse, decide cuando
hacer el “corte”. Aquietada la gradación alcohólica después de 18 meses de
reposo, el pisco se embotella y está listo para salir al mercado. Todos sus
piscos se llaman Don Amadeo (con el añadido de la cepa empleada) en homenaje a
su padre, a quien entrega simbólicamente una botella todas las semanas por “uso
de marca”. Don Amadeo a sus ochenta y pico años devuelve el homenaje bebiendo
un shot “calatito” al que se suma con entusiasmo su esposa Alicia Vicina.
En
esta bodega se respira cariño de familia, amor por el campo, devoción por las
costumbres y vocación por la sencillez. Y estas características se trasladan a
los
piscos que indudablemente llevan dentro el alma de los Di Laura.
En el mismo valle pero en otro terroir, en la zona de Lunahuaná se
encuentra la Viña Santa María de José Antonio Espinoza. Es una bodega moderna,
cuidadosa, bien dispuesta con tres grandes tanques de acero inoxidable traídos
de Chile y
otras tantas cubas de cemento con temperatura controlada, donde fermenta el mosto a la usanza
tradicional.
José Antonio rescata la cepa emblemática del valle, la uvina, y
por ella emprendió una agotadora campaña para que los organismos reguladores la
reconozcan como uva pisquera. Lo logró recién en el 2010, luego de haber
ganado varios premios nacionales disimulando su origen bajo el nombre de
quebranta, esa sí cepa aceptada oficialmente.
El pisco Don Benedicto (nombre
que honra a su abuelo, fundador de la bodega) es resultado de la aplicación de alta
tecnología combinada con métodos de producción tradicional.
El incansable promotor del pisco Manuel
Cadenas (creador de la Semana del Chilcano y director de El pisco en boca de todos) en sociedad con Manuel del Solar
proponen un divertido paseo vivencial por los valles cercanos a Lima para
compartir el espirituoso mundo pisquero a través de la vendimia y los
entrañables personajes que forman parte de esta tradición. En un Sogo Bus bien
equipado, los visitantes disfrutan el paseo a sorbos, con la íntima y creciente convicción
que el pisco es otra de las maravillas de nuestro país.
Informes: piscotour@elpiscoenbocadetodos.com
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