Plaza de Toros. Foto: http://www.turismo.navarra.es/ |
Es
sabido que Hemingway amaba los toros, la pesca y el vino, y que tuvo una
estrecha relación con España como corresponsal durante la guerra civil española
y como combatiente en las trincheras republicanas. Participó además en la Segunda
Guerra Mundial y vivió las primeros años de la triunfante revolución cubana.
Después de la experiencia española escribió Por
quién doblan las campanas (título tomado del poema de John Donne: “ningún
hombre es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque soy una parte de
la humanidad. Por eso no preguntes nunca por quién doblan las campanas, están
doblando por ti), novela publicada en 1940.
Y
es este aspecto de la vida del escritor que recoge la Morgan Library & Museum
de Nueva York en una amplia exposición titulada “Hemingway entre Dos Guerras”, que Mario Vargas Llosa reseña en su columna
Piedra de Toque del domingo pasado.
Ernest Hemingway, The Sun Also Rises, New York: Charles Scribner’s Sons, 1926, The Carter Burden Collection of American Literature, The Morgan Library & Museum, Photography by Graham S. Haber, 2014.
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Fue
en 1925 que Ernest Hemingway publicó su primera novela con el título de Fiesta que después cambiaría por The Sun Also Rises ante las críticas de
quienes consideraron que la novela era simplemente una “oda al hedonismo”. Nada
más lejos de la realidad. Vargas Llosa advierte sobre la manera obsesiva,
disciplinada y rigurosa de escribir de Hemingway que “lo llevó a reescribir
diecisiete veces el comienzo de su mejor novela (Fiesta)”.
La obra gira en torno a la fiesta española, concretamente a los Sanfermines, celebraciones en honor a San Fermín de Amiens que cada año se desarrollan en Pamplona, la capital de Navarra. Se sabe que Navarra fue destino predilecto del escritor como que la visitó durante diez veces por lo menos, nueve de ellas en los Sanfermines.
Típico encierro en una calle de Navarra |
Una
costumbre tradicional en España son los “encierros” de novillos, pero los más
famosos son sin duda alguna los de Pamplona. Se realizan durante los
Sanfermines, y fuera de ellos también. El procedimiento es sencillo y
expeditivo. Se cierran algunas calles de la ciudad (preparadas de antemano con
huecos en el suelo donde se instala una valla de madera movible), en el centro
queda una suerte de pequeño coso donde se arremolinan los corredores que con
aspavientos, capas y volteretas incitan a los toros para que los embistan.
Primero sueltan a un novillo o vaquilla, luego a dos, a tres o a diez. Es un
juego en el que participa todo el vecindario y que puede durar todo el día,
pero sin muertes ni sacrificios de los nobles rumiantes que más bien son propios
de la fiesta brava.
El
origen de los Sanfermines se remonta a la Edad Media y aunque su práctica ha
sido relativamente constante en el tiempo, su fama mundial quedó sellada con la
difusión que le dio Hemingway en su novela. Este espíritu festivo es lo que
cada año atrae a multitud de turistas ávidos de conocer todos los rincones por
donde el escritor pasó, posó y pisó y ávidos también de sentir la adrenalina (acrecentada
por varios litros de vino en el cuerpo) de ser correteados por los toros.
Con
tales antecedentes es obvio que Navarra y Pamplona busquen rentabilizar el
enorme potencial turístico del escritor, y la manera de hacerlo fue
estableciendo “La ruta Hemingway”, es decir, un recorrido por los bares que
frecuentó, los hoteles donde solía alojarse, los cafés en los que se detuvo y
la Plaza de Toros como punto final de la peregrinación.
En el Café Iruña, al costado del bar, como corresponde. |
La
idea se le ocurrió a Fernando Huelde, historiador y etnógrafo, autor de Hemingway: Cien años y una huella
(1999) e Historias y carteles de San
Fermín. Siglo XX, 2 tomos (2000 y 2002), entre muchos otros libros.
Fernando, a la sazón nuestro guía de lujo en el viaje de prensa organizado por la Oficina Española de Turismo en Buenos Aires y la Oficina de Turismo de Navarra, nos llevó a la habitación 201 del
Hotel La Perla donde se conserva intacta la habitación de Hemingway con sus dos
camas de plaza y media, un mueble secreter en el que escribía “con lápiz y en
unos cuadernos rayados de escolar, con una caligrafía tan tortuosa que… es
difícil descifrar sus manuscritos”, dice Vargas Llosa. También hay una máquina
de escribir (recordemos que tenía el capricho de hacerlo de pie) y el hotel ha colocado
unas repisas con versiones de Fiesta traducidas a más de una docena de lenguas,
programas y entradas a las corridas de toros “que el escritor tenía la manía de
conservar”, recuerda Vargas Llosa.
Habitación 201 del Hotel La Perla |
El paseo continúa a través de la Plaza del Castillo, se detiene en el Bar Txoko (en el que era habitual verlo en la terraza después de las corridas de toros), el Café Bar Torino (citado en la novela), el Café Iruña (un hermoso local de piso ajedrezado donde ambienta buena parte de Fiesta; en el bar, una escultura de bronce en tamaño natural lo representa vestido con su tradicional jean, una basta camisa y mocasines), el Café Kutz y el Suizo. Se sigue por el Paseo Sarasate donde estaba el antiguo restaurante Pocholas (donde Hemingway comió incontables veces), la casa Marcelino (taberna que preparaba ajoarriero y bacalao), la Calle Eslava (ahí estaba la pensión que lo acogió en 1923) y se remata en la Plaza de Toros.
Navarra
ofrece bastante más que Sanfermines, encierro de toros y Hemingway, pero tanto
la visita a Pamplona como la exposición de la Morgan Library estimulan
recuerdos, lecturas y añoranzas.
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