En una chacra
norteña rodeada de algarrobos, con banda de músicos pueblerinos y marinera
rural, Cristina Gutiérrez presentó su libro “Lambayeque. Algodón nativo y
artesanía textil”. Y lo hizo ante las protagonistas de la historia: las trejas
tejedoras de Mórrope, Monsefú, Ferreñafe, Túcume, Éten y San José que supieron
mantener una tradición heredada de sus antepasados moches, chimús y lambayeques
superando peripecias y adversidades de todo tipo.
El algodón es
el producto más antiguo del mundo. Aparece en el Mioceno, hace diez o quince
millones de años, y se expande por el mundo adquiriendo características
diferentes según la ubicación geográfica. En el valle de Lambayeque se cultiva
desde hace cinco mil años, incluso antes que la alpaca; sin embargo, la enorme
variedad de colores que tiene el algodón nativo del Perú no se replica en otros
lados.
“Al
domesticar el algodón se inicia el hilado y los tejidos con urdimbres y
tramados hechos con aguja, hasta que aparecen, antes que el descubrimiento de
la cerámica, los telares básicos que son los primeros artefactos hechos por el hombre
para facilitar su tarea”, dice la autora.
Pese a su
enjundioso pasado, el algodón nativo estuvo a punto de desaparecer. En 1949 se erradicaron
las plantas por ser “hospederas de plagas”, aunque la verdadera razón fue que la
angurria era huésped de los terratenientes quienes quisieron eliminar las plantas nativas para ampliar sus cultivos
de algodón industrial que les producía pingües ganancias.
Sin embargo,
la tradición textil siguió desarrollándose a hurtadillas, en los confines de
las chacras o en pequeños bosquecillos donde las mujeres seguían sembrando,
cultivando e hilando a mano con una técnica prehispánica que sigue vigente y se
transmite de madres a hijas a través de los años. El veto duró sesenta años,
hasta el 2008, cuando el algodón nativo desfallecía por falta de incentivos y
la calidad de la fibra se iba empobreciendo ante la incuria de los gobernantes.
Cristina es lingüista,
diseñadora textil y estudiosa de las fibras textiles peruanas. Durante cuatro
años recorrió los pueblitos de Lambayeque en busca de semillas e historias de
vida que son en verdad historias de resistencia y expresión de la identidad. El
arte textil es el primer patrimonio vivo que tenemos aunque se haya escrito
poco y publicado menos.
Es por eso
tan valiosa la aparición de “Lambayeque. Algodón nativo y artesanía textil” libro
auspiciado por la Facultad de Ciencias de Comunicación, Turismo y Psicología de
la Universidad San Martín de Porras entidad que promueve decididamente la
publicación de trabajos de investigación.
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