Daniel Villavicencio, Andrés Rejas, Diego Larrea y Diego Cateriano son amigos desde los cinco años, compartieron colegio, palomilladas y sueños y aunque a la hora de elegir una carrera se diferenciaron, cuando tuvieron el cartón en la mano volvieron a juntarse para armar un proyecto en común. En el cuarteto hay un cocinero, dos abogados y un ingeniero industrial por lo que las tareas de armar empresa los tiene a todos trabajando con el mismo objetivo.
Es un proyecto de jóvenes con más ganas que dinero. Pensar en montar un restaurante es casi una utopía por lo que se inclinaron por algo menos ambicioso. Un buen día encontraron un camioncito marca International del año 69 que se usaba para mudanzas y lo compraron. Estaba medianamente equipado porque el camioncito era multiusos y los dueños también lo usaban para cocinar. Cambiaron hornillas, pusieron planchas, instalaron un equipo de frío, compraron tanques de extracción y campanas, armaron estanterías y sacaron el balón de gas afuera. Listo.
Andrés, el cocinero, eligió el chancho como eje de su cocina: es
versátil, se aprovecha prácticamente todo, soporta varias técnicas de cocción y
a todo el mundo el gusta. En su taller de Punta Hermosa, lo prepara al
cilindro, en caja china o al palo y hace el chicharrón; también prepara las
salsas, ajíes y chutneys que servirán de complemento. El acabado es al momento
y en el lugar.
“Es el primer food truck solo
de chancho”, se ufanan los chicos que han bautizado su camioncito como
Porkhouse. Sus primeros pasos fueron errantes y les sirvió para consolidar su
propuesta. Estuvieron en eventos deportivos, en conciertos, en kermeses de
colegios, en playas y demás. Hace tres meses empezaron un plan piloto en El
Break de la UPC en Monterrico y están satisfechos de la acogida. Más de cien
porciones al día es su promedio de venta.
Ofrecen cinco variedades de platos. El más completo es el sánguche de
pulled pork (S/ 13), típico de EEUU, lleva carne deshilachada ligeramente
ahumada, un toque dulzón y ensalada de col. El más aplaudido es el pan con
chicharrón (S/ 10), “el más grande de todos con la mejor salsa criolla”, según
La Gastronauta, una food blogger que
lo puso como uno de los imperdibles en su categoría. El más exitoso es el
chanchipapas (S/ 13) con panceta y salsa picante.
Es un concepto juvenil, moderno que abunda en varias ciudades del mundo.
Aquí todavía es un reto. La legislación sobre el comercio ambulatorio, pese a
tener solo un par de años de vigencia no recoge este concepto, dice el abogado
Daniel Villavicencio. Para empezar, no incluye transportes motorizados (o sea
los camioncitos) ni tampoco a empresas con razón social (solo a personas
naturales). El comercio ambulatorio puede ser una atracción turística y estar
en las zonas más concurridas, debe ser regulado y controlado pero con leyes que
reflejen los nuevos vientos que soplan en el mundo de la gastronomía.
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