Colin Scott, maestro
mezclador del whisky Chivas Regal
Tiene la distinción
de un noble y la sencillez de un paisano. Colin Scott es un escocés de maneras
calmadas y mirada transparente en la que fácilmente se refleja el paisaje de
Aberdeen, cuna del Chivas Regal.
Su padre y su abuelo
trabajaron en la Casa Chivas que los hermanos James y John crearon en 1801. Colin
ingresó a la empresa en 1973 porque llevaba impregnado en el cuerpo,
en la mente y en la sangre la meta de convertirse en un guardián de la calidad
Chivas.
“En este campo no
hay universidades, ni se dan exámenes ni se obtienen títulos. Lo que único que
vale es la experiencia”, dice con tranquilidad y un dejo de ironía. Y
experiencia significa aguzar el olfato y despertar la sensibilidad para captar
los diferentes aromas y sabores que hay en maltas y granos, “no menos de 85
sabores en cada gota”, precisa sin dejar de sonreír, consciente del estupor que
suscita en el interlocutor al descubrirle un mundo de posibilidades tan ignoto
como inagotable.
La paz que trasunta
Colin Scott, y que por momentos parece la de un monje budista, tiene que ver
con su larga permanencia en las destilerías escocesas. Mientras está en el
laboratorio no se permiten celulares, ni televisión, ni ruidos que perturben la
concentración. Olfato, tiempo y pasión son los tres ingredientes indispensables
en el proceso de mantener inalterable la calidad, consistencia y carácter
tradicionales de los Chivas. Sin embargo, Colin se ha dado maña para crear
“nuevas expresiones” de la esencia Chivas que se reflejan sobre todo en las
botellas de 18 y 25 años.
La paciencia, ni
falta decirlo, se evidencia en el tiempo de reposo de los blend antes de
embotellar, ya que una vez en botella el whisky no madura como los vinos. Eso
quiere decir que la cremosidad del Chivas 12 años (del cual se vende más de una
botella por segundo en el mundo), el aroma a caramelo y toffee del Chivas de 18
años (el más vendido en el segmento super Premium) y la complejidad de olores y
sabores del Chivas de 25 (el primer whisky de lujo que llega al consumidor en
botellas numeradas, como para resaltar su carácter único y exclusivo) se logra
siguiendo las mismas tradiciones y técnicas que en su momento emplearon los
creadores, lo que incluye largos años de envejecimiento en barricas de madera que son
los que, efectivamente, consigna la botella. En todos los casos hay concentración
de aromas y sabores y una importante evaporación del contenido (mayor según el
tiempo de reposo), que el humor británico denomina “la ración de los ángeles”.
No hay reglas para
beber el whisky, puede ser con un poco de agua destilada (20%), un par de cubos
de hielo o puro. Tampoco hay reglas horarias ni de género, cualquier momento
del día es propicio para el relax y el disfrute. Personalmente el maestro lo
prefiere con un trozo de chocolate negro.
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