La calle
Bolívar probablemente sea una de las más hermosas de la Blanca Ciudad. Con sus pistas
adoquinadas e inmuebles de sillar con ventanales de fierro forjado a cincuenta
centímetros del suelo conserva el encanto del barroco mestizo del siglo XVIII. Varias
de esas casonas virreinales han repartido bóvedas y ambientes para pequeños
emprendimientos, sobre todo restaurantes.
El que nos ocupa tiene poco más de 20 metros cuadrados y lo dirige y atiende el canadiense Alan Prater. Tiene cuatro mesas en fila, al frente una barra donde un par de chicos preparan los sushi y al costado una pequeña cocina donde hierven, apachurradas, tres ollas con vegetales. Encima de todo y de todos una bóveda. Un bañito y un depósito completan los dominios budistas.
La
peculiaridad es que estamos en un restaurante vegano donde no se asoman ni por
descuido las leches y sus derivados, obviamente tampoco carnes de ningún tipo.
Parece un
lugar común pero Alan, como muchos, llegó a Arequipa por amor. ¿Cómo se le
ocurrió hacer un sushi-bar vegano? Dice que en Vancouver la inmigración
asiática es muy fuerte y para más inri trabajó diecisiete años en un
restaurante vegetariano en Nicaragua. Al llegar a Arequipa detectó la insuficiente
oferta vegetariana y los precios elevados de los sushis tradicionales. Apeló a
sus años de experiencia y hace 18 meses abrió El Buda Vegano.Lo asesoró el cocinero peruano Jimbo Echevarría (ganador del Master Chef Perú 2012, en el que me cupo el honor de participar como jurado en una de las fases eliminatorias) y de ahí salieron sushis, sashimis, futomakis, nigiris y poco más. Probé el Goki que lleva tofu, berenjena, pepino japonés y láminas de palta; luego el Haruzame con alcachofa, shitake, pepino japonés cubierto de fideos de arroz fritos; seguí con el Buda con palta, tofu y berenjena; el Picantito de manzana, beterraga, palta y togarashi y terminé con el Serrano de pimiento, tomate, pepino y cubierto de hierbas.
El cebiche es
opción agradable y fresca con frijol chino, habas, alcachofas y champiñones; el
ramen tiene una base de miso picante al que añade fideos, verduras, algas y
tofu frito. Nada que extrañar. Como bebidas
ofrece un buen sake y dos deliciosos refrescos: el de mango, maracuyá y kion; y
el de manzana con membrillo, chía y molle.
No es el
único. En la misma cuadra el hindú Roy tiene Indian Cuisine, una cuadra más
abajo dos franceses atienden Némesis, un minúsculo local de comida vietnamita y
al frente el italiano Daniele Aquilano abrió Il Romano, un restaurante de
mantel largo muy bien puesto que merecerá nota aparte.
Arequipa se
internacionaliza y los gringos la tienen en la mira.
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