Meicol Teng
nació en Beijing, se educó en Nagoya y se enamoró de Lima. Hace 17 años vino a
trabajar en un negocio de importación y se quedó como restaurantero. La
prolijidad, la selección del producto y la preocupación estética son parte de
su ADN. El año pasado abrió Cevichino en la calle Capón, un local pequeño muy cuidado
de cocina abierta y atención esmerada que está en vías de replicarse en otros
distritos.
Hace dos
meses abrió Nagoya, un restaurante elegante en dos niveles ubicado en Camacho
donde pone cocina nikkei y algunos
clásicos peruanos orientalizados. La carta es
enorme, secuela de la costumbre china de ofrecer una interminable lista de
opciones, sobre todo de pescados y mariscos. En la barra hay cocina kaiten, es decir platitos que van
rotando en una faja transportadora con makis, sushis, sashimis, gyozas, nigiris,
ensaladas, cebiches, tiraditos y más preparados con destreza en el momento por
Roberto Barrio (ex Maido) responsable de la cocina en frío. El atractivo adicional
sobre todo para los jóvenes es que pueden comer todo lo que quieran por S/ 59.
En la carta tienen
cinco opciones de tiraditos y otras tantas de cebiche, en ambos casos destaca
la frescura del producto, la limpieza del corte y la casi ausencia de picor.
Trabajan con pesca del día, pulpo,
langostinos, conchas, erizos, atún y salmón.
En calientes,
el sudado de cabrilla es realmente una obra de arte, sabroso, intenso, con el
pescado firme, la yuca a punto y el arroz con choclo (con un toque de aceite de
ajonjolí) en plato aparte. El responsable de la cocina caliente es Ricardo
Chunga quien recomienda el lomo saltado acompañado de gordas tiras de papa huamantanga frita tres veces, el arroz
con pato o el contundente udón de mariscos. Por si fuera poco en cada rubro hay
opciones vegetarianas.
Los postres
son más bien convencionales aunque con exquisita presentación: pie de naranjita
china en lugar de limón, una mousse
de lychees con tulipa de ajonjolí tostado, torta de chocolate, brownies y algo más.
David Romero se
encarga del bar y John Valdivia del salón. En total son 60 personas que rotan
la atención en los turnos de almuerzo y cena. Se nota esmero, conocimiento de
la carta y vocación de servicio, uno de los puntos altos del restaurante.
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